Apropósito de la Remodelación de la Plaza de Armas de Huamanga
En la madrugada de una fría
mañana del verano de 1993, el entonces alcalde Walter Ascarza Olivares, mando
talar las “tradicionales palmeras” de la plaza mayor de Ayacucho o del llamado “Parque
Sucre” (nos reservamos esta discusión para otra oportunidad). La comunidad
huamanguina no se quedó callada ante el hecho. Pronto se hicieron
manifestaciones, pronto la gente se
aglomeró reclamando por el hecho aún
pasando por encima de los restos aleñados de dichas palmeras. El repudio
a dicho alcalde, que aún carga con dicha impronta, fue total. Nadie en Huamanga
aplaudía el hecho, muy por el contrario fue motivo de severas y cruentas
críticas, que iban desde discursos políticos hasta la sátira del carnaval como aquel
que dice: “Calva la tiene el alcalde, calva la tiene el prefecto y para colmo
de calvas, calvan la plaza de armas” (Tema ganador del concurso del carnaval de
aquel año). Como se aprecia la remodelación que planteo el alcalde no fue de
agrado popular. Sin embargo, hay que considerar que las palmeras que adornaban
por más de cincuenta años la plaza, se encontraban en peligro de desplome producto de su
esbeltez y la fuerza de los vientos que habían provocado un efecto de pandeo en
ellas y, consecuentemente, una creciente excentricidad que amenazaba con su
desplome. Es decir, esas palmeras más pronto que tarde debían ser taladas o se
vendrían abajo por si mismas causando quizá mayor perjuicio. El alcalde de
entonces explicó, en más de una ocasión este hecho pero, aún ahora, hay quienes
creen que exageró en su apreciación el ingeniero. El hecho es que después de
ese acto “cuestionable” vino la
reconfiguración de la plaza hasta llegar a como es hoy.
Pero vayamos más allá de la anécdota.
La plaza de Huamanga fue rediseñada en más de una oportunidad, antes de la
intervención de 1993. Vayamos de a pocos hacia atrás. Los cambios urbanos en Huamanga
se han marcado con el aniversario de la Batalla de Ayacucho.Para 1974 más de
una casona colonial es restaurada y en la plaza de armas se puede observar dos
nuevas edificaciones, que, sin salirse del marco general, si cambian de alguna
manera la composición de la plaza. Se trata del edificio del Hotel de turistas
que llegaba hasta la plaza de armas donde se rectifica el trazado, antes con un
retiro; y, el local de Romero Pintado de la UNCSCH, que da el modelo de
edificar tres pisos en una fachada de dos disimulada que, sin embargo, rompe en
altura la continuidad de los balcones. Es decir, que aún, siendo cambios
sutiles estos edificios transforman la imagen de la plaza, para bien o mal. Antes,
en 1924 con motivo del centenario, se haría quizá el cambio más radical. La plaza
se trazaría con diseño afrancesado incorporando áreas verdes, árboles
frondosos, las ya mencionadas palmeras y la efigie ecuestre del Mariscal José Antonio de Sucre obra del
escultor David Lozano. El nuevo diseño contemplaba además la presencia de vehículos
y sus implicancias. Se remodelo además el Palacio Municipal y se creó la
Avenida Centenario (primera avenida de Huamanga), hoy Mariscal Cáceres. Esta
plaza reemplazaba a su vez a una plaza de estilo neoclásico que se habría montado
a mediados del siglo XIX. Aquella plaza decimonónica contemplaba una pila
central forjada en bronce (hoy en terrible descuido en la plazoleta Santa
Teresa), de la cual se dice que fue la primera forjada en el Perú, que remataba
en un tuturuto que en Huamanga se conoce como “El Pascualito” (hoy
desaparecido) que bien podría ser obra del primer escultor académico peruano
apellidado Suarez. Además, contemplaba esculturas de tipo ornamental alrededor del jardín octogonal. Estas
esculturas representaban a las cuatro estaciones y eran de tipo clásico además
de esculturas más modestas de tipo regional hechas en yeso, que armonizaban con
las esculturas que adornaban el muro pretil de la catedral de Huamanga aún
enrejada. Esta versión decimonónica reemplazaba a la plaza digamos así “más
primigenia” que sería básicamente una explanada, como lo evidencia el dibujo de
la misma de Felipe Guamán Poma de Ayala. No descartamos sin embargo, que haya
tenido otras visiones en el oscuro temporal de los siglos XVII y XVIII de los
cuales amerita una mayor investigación.
Como hemos visto la remodelación
de 1993 solo se sumaba a una serie de cambios en la morfología de la plaza.
Pero no sería la última. La tala de las palmeras llevo a un cambio completo de
la plaza (muy cuestionado en su momento). Entre los cambios podemos resaltar:
la eliminación de paraderos de transporte público (recordar que los paraderos iniciales
de las rutas 1 y 2 de la ciudad eran en la puerta de la catedral), la
eliminación de los estacionamientos alrededor de la plaza, la instalación de
dos piletas en una disposición asimétrica en el trazado de la plaza (quizá lo
más cuestionado). Entre las críticas que se hizo a esta reforma, fue que “atentaba
contra la tradicional fisonomía”, que “incorporaba elementos ajenos a la
tradición”. Podríamos decir, casi 25 años después, que se trataría de la
primera remodelación moderna de la plaza, que rompía con el rigor del trazado clásico.
Las piletas se inauguraron con pompa entre críticas y halagos. Pasado el
tiempo, no se podría imaginar el “Parque Sucre” sin sus ya “tradicionales”
piletas.
Los cambios continuaron. Pronto
se restringió el ingreso de vehículos pesados, de transporte de pasajeros y de
carga. Otra vez los reclamos estuvieron a la orden del día. A la voz de “la
gente no va caminar tanto a un paradero” se reclamaba la restitución de paraderos
en la plaza y se aducía que caminar una cuadra hasta jirón Tres Mascaras era
demasiado. Aun así, el transporte público subía por Jr. cuzco y bajaba por Jr.
Lima para irse por Jr. Asamblea y 28 de Julio respectivamente. Luego vendría otro
cambio en la “tradición”. Esta vez se trataba del uso de la plaza por parte de
las vivanderas de Semana Santa que “tradicionalmente” se disponían alrededor de
la plaza delante de los portales. La comuna de entonces, decidió que las
vivanderas ocasionaban congestión e impedían la correcta celebración de las procesiones
y el espacio para el flujo de turistas. Se las traslado primero al patio de la
municipalidad, después a Jr. Asamblea (Con lo que se ensayó lo que después
sería su peatonalización.). Como se podrán imaginar el rechazo a la medida no se
hizo esperar. Después las vivanderas serían ubicadas en la Av. Mariscal
Cáceres, donde se instalan hasta hoy y donde ya es tradición encontrarlas. Otro
cambio vendría con la peatonalización de Jr. 28 de Julio y luego de Jr.
Asamblea. Esta vez el cambio implicaba una reorganización del transporte y no
faltaron las voces de protesta. Los jirones Libertad y Tres máscaras se
cargaron de mayor tráfico. Así llegamos al siglo XXI con una nueva ampliación a
las veredas de la plaza para mayor comodidad de los peatones. Hasta entonces,
la centralidad de la ciudad parecía no colapsar.
Digamos que, los cambios
modernizantes en la configuración de la plaza iban acorde con la idea de
recuperar la peatonalidad del centro de Huamanga, y que se ajustaba en algo al
crecimiento vegetativo que experimentaba entonces la ciudad. Esto cambiaría radicalmente
después de 2005. Ya desde 1997, cuando se inaugura la carretera “Los
Libertadores Wari”, la ciudad empieza a experimentar mayor flujo turístico y
migratorio. Pero va ser con el auge económico y con proyectos como Camisea, que
la ciudad de Huamanga va experimentar una explosión demográfica acompañada de
una imparable y descontrolada expansión urbana. Se aumentó rápidamente la
necesidad de mayores líneas de transporte público y también aumentó el parque
automotor. Una medida ejemplifica este hecho. La prohibición de entrada al
centro de los Mototaxis, que también fue motivo de reclamo. A eso podemos sumar
las ordenanzas de corte ambientalista, que prohibían y aún prohíben, el uso de aserrín
en las alfombras procesionales, medida que se tildó de “ir contra la cultura y
la tradición”, pero llevó a depredar, cada semana santa, la poca vegetación de
nuestra árida geografía. También se rediseñaron los motivos de los jardines, se
reubicaron las farolas, incluyendo cambio de modelo y se iluminaron los templos.
Estas medidas fueron celebradas, quizá porque su impacto no fue notable, como se
diría “pasaron caleta”.
Ahora se propone una nueva
remodelación que ha provocado más de una reacción por la “tradición y la imagen
tradicional”. Como hemos visto la imagen tradicional de la plaza de Huamanga,
tal y como es hoy, no tiene ni cuarto de siglo. Por lo que lo de “tradicional”
es más un decir. Podemos concluir también que lo tradicional o no tradicional
se construye socialmente y que sus criterios varían con el tiempo. Lo que es
ahora una aberración posiblemente mañana sea la más honda tradición. Pero volvamos a la
remodelación propuesta que tiene su propia historia.
Hace unos años, salió a la
propuesta de sacra a Sucre de la plaza y reemplazarlo con Cáceres. La escultura
que se exhibió no pocos días pidiendo dicho cambio, no podía reemplazar, en términos
artísticos, a la de David Lozano, pues su proporción y factura no correspondían
a la envergadura de la plaza. Dicha escultura se emplazó en el Parque
Ingenieros donde se luce y se puede disfrutar de la misma. Con esto se puso en
debate si se debía rediseñar la plaza. Los pedidos de peatonalización estuvieron
a la orden del día. Luego vendría el proceso del drenaje, para evitar que, como
antaño, los lodazales inunden la plaza y deban ser retirados con cargadores
frontales. Al respecto, hay que señalar, que a la plaza desfoga más de una
quebrada natural, por lo cual dicho drenaje era más que necesario. A eso se
suma los reclamos por la instalación de WIFI y para enterrar las marañas de
cables, en su mayoría de cable y telefonía.
Así, llegamos a un año crucial. El
2014 La Municipalidad de Huamanga junto con el AECID, Ministerio de Transportes
y comunicaciones y el Colegio de Arquitectos del Perú, lazan un concurso
internacional para remodelar 5 plazas huamanguinas que incluían como gran
protagonista a la plaza de armas. Dicho concurso conto con la participación de
muchos equipos, en la mayoría jóvenes. Pero pocos equipos ayacuchanos. Muchos
arquitectos ayacuchanos no participamos o no logramos entregar (como es mi
caso), quizá porque nos era difícil imaginar una plaza distinta a la actual.
Dentro de las bases la única restricción era que la efigie de Sucre quedara en
su lugar, para no matar la “tradición” de la plaza. El concurso lo gana un
equipo de arquitectos, muy talentosos, de la ciudad de Lima. El problema con la
propuesta es que no contemplaba, en su diseño, algunas características básicas
de la plaza, como por ejemplo las procesiones, o las alfombras procesionales, o
el hecho de cómo se hacen los muyuchis. Es decir, la idea necesitaba ser
repensada a partir de la experiencia huamanguina que carecían sus diseñadores. El
cambio no era poco y aún así no era mucho. Los trabajos se expusieron en la
casona Velarde Álvarez e incluso en la misma plaza. Pero por poco tiempo. Después
la idea fue adoptada por el concejo y se procedió a adecuar la idea a la
realidad. El proyecto ganador, no se construiría sino que sería reformulado
localmente. (Como ha pasado en otros concursos similares). Para diciembre de
2015 se hizo una prueba, bastante criticada también, de un cambio de piso, con
diseño, para la plaza. La coyuntura
electoral enfriaría el proceso. Ahora reaparece el proyecto de la plaza, convertido
de un diseño nuevo a un maquillaje poco elaborado y que revela más temores que
propuestas. Mención aparte merece la “propuesta” de convertir la plaza en
estacionamiento público subterráneo, idea que nos horroriza más que cualquier película
de terror.
Pero la reflexión no debe ir
sobre lo estético. Sino sobre lo esencial. Si me he detenido en esta larga
memoria es solo para cuestionar el argumento de lo “tradicional” y para
recordar que no es una idea de ahora la remodelación de la plaza. Pero quisiera
detenerme a pensar sobre lo que implica peatonalizar la plaza, reclamo de mis
colegas.
La plaza de Ayacucho aún es el
centro de las actividades de la ciudad. Las principales instituciones públicas y
privadas aún funcionan en su entorno. Buscando que Ayacucho sea patrimonio
mundial (lo cual creo que estamos lejos de conseguir) se busca rescatar la
plaza del caos vehicular. Empero, una ciudad que, por su tamaño y densidad, ya
no es pequeña sino que se encamina a ser una metrópoli, no puede más que colapsar
un centro incapaz de sostenerla. Es decir, el centro de Huamanga ya no puede
sostener su funcionamiento. Es necesario por tanto, descentralizar, generar
nuevos núcleos de desarrollo, nuevos espacios públicos. Se requiere, antes de
peatonalizar, resolver el problema del transporte público y del parque
automotor. La ciudad, como está hoy, no puede prescindir del paso vehicular por
su plaza central, justamente porque aún es central. Debemos sacar las instituciones
del centro y polarizarlas generando nuevos espacios de desarrollo, diseñar
nuevos parques y para ello necesitamos un plan urbano. No podemos maquillar la plaza
de armas sin antes resolver los problemas de su centralidad y su periferia.
Para recatar el centro histórico
de Huamanga, es necesario desarrollar la periferia de la ciudad. De manera que,
se descongestione el centro y se mantenga en un nivel más simbólico, donde se conserve
su memoria y se preserve su legado. Así, podemos construir nuestra tradición en
base a los cimientos de las generaciones pasadas, sin avasallarlas y sin someternos
a ellas.
Si no resolvemos lo importante,
seguiremos cambiando las baldosas de la plaza de armas y rasgándonos las
vestiduras porque el tono de estas no es el “tradicional” o porque el render no
corresponde a la “tradición” que guardamos en nuestra memoria. Ojalá y podamos
discutir más sobre planes urbanos integrales que mejoren la urbanidad de la
ciudad y menos de “tradiciones” no tan tradicionales.
Comentarios
Publicar un comentario